Los gobiernos deben “formar, educar, preparar en nuevos conocimientos necesarios en el siglo XXI y que incluyen la flexibilidad psicológica de tomar riesgos”, dijo la embajadora Kelly Keiderling.
Preparar a las nuevas generaciones para adquirir y desarrollar los conocimientos y habilidades blandas” que demandará el mundo del trabajo es un desafío. Para ello el rol de los gobiernos es proveerles herramientas, ayudarlos a “detectar oportunidades”, así como también alentar al desarrollo del emprendedurismo, explicó la embajadora de EE.UU. en Uruguay, Kelly Keiderling. En entrevista con El País, la Embajadora Keiderling analizó el clima de negocios en Uruguay desde la óptica estadounidense y las posibilidades de expansión del comercio y las inversiones entre ambos países.
—¿Cómo ve el clima de negocios en Uruguay?
—Lo veo bastante bien. En mi carrera he estado en países de la exUnión Soviética, africanos, y en cuatro de Latinoamérica, entre ellos Cuba y Venezuela, y he visto economías controladas por el gobierno. Respecto a Uruguay hablo no solo por mi marco de referencia sino también por los índices internacionales, entonces lo que vemos es un clima de negocios bastante bueno. Además, nos guiamos por lo que nos dicen las empresas estadounidenses que operan aquí o que vienen para evaluar inversiones. Nos dicen que hay un clima favorable y que es un mercado atractivo tanto para el comercio de bienes y servicios como para las inversiones.
—¿Qué atributos destacan?
—Concuerdan con los índices internacionales: destacan el capital humano, la penetración tecnológica, la conectividad, la infraestructura digital y de telecomunicaciones, también que aunque Uruguay es un mercado pequeño ofrece una cadena de logística hacia otros países de Sudamérica, su ubicación estratégica, y que tiene infraestructura portuaria y conectividad fluvial buenas. Algo importante son los regímenes especiales de las zonas francas, el puerto y aeropuerto libres. También vemos desde 2009 una mayor transparencia en los sistemas financieros, cosa importante porque las compañías de EE.UU. sienten que tienen que estar cobijadas en un régimen a la par de los estándares internacionales.
—¿Cuáles son los puntos que, según las empresas estadounidenses, Uruguay debe mejorar para potenciar su clima de negocios?
—Desde el punto de vista de aquellos a los que les interesa el comercio hay dos cosas que nos suelen decir: una, es que Uruguay limita el flujo de bienes del comercio electrónico. Solo se permiten tres compras (dentro de la franquicia de US$ 200 al año) no solo a los individuos sino también a las compañías. Y lo otro es la tasa consular. Lo que sienten muchas compañías es que es casi un impuesto más.
Para los inversionistas, hay otros temas. Quieren invertir en Uruguay pero ven la conflictividad sindical. Desde el punto de vista de la jurisprudencia anglosajona el derecho a la propiedad privada es muy importante. Entonces si uno invierte en una oficina, un pequeño negocio o una fábrica, se entiende que (aquí) el trabajador puede ocuparlo. Entonces, ¿cómo el dueño ejerce sus derechos? Eso es una complicación y algunos dicen “está bien, invierto” y otros dicen “mejor no”. La productividad es otro aspecto que también han realizado el Banco Mundial y el Foro Económico Mundial en sus índices. Los costos salariales son un tercer punto de preocupación; se entiende que aumentaron muy por encima de la inflación en los últimos años. Un cuarto punto son los costos estructurales de hacer negocios: la electricidad, el combustible y los impuestos. Esos son temas donde se podría mejorar.
—¿Cuáles son los puntos de contacto que ve entre ambas culturas de negocios?
—Muchos de esos puntos de encuentro ocurren porque existen ambiciones y valores comunes. ¿Qué queremos? Queremos estar en ambientes abiertos, transparentes, en culturas democráticas y no en aquellas donde el gobierno decide y controla todo. Queremos estar en lugares donde hay un estado de derecho, donde la ley es igual para todos. Creemos que las compañías estadounidenses traen un poco de esa cultura y aportan tres cosas: conocimiento, comunidad y confianza. Eso las diferencia de las compañías de otros países.
Traen conocimiento, no es que vienen a explotar o a apropiarse de la tecnología y la propiedad intelectual de otros países, sino que vienen a compartir la tecnología que ellos tienen, como también lo último en la gestión de personas en las empresas. En cuanto a la idea de comunidad, diría que ya van 15 o 20 años de un esfuerzo consciente y metódico de parte de las compañías americanas en esa dirección. No es que vienen a imponer aquí su régimen sino que llegan —a diferencia de empresas de otros países que traen a todos sus trabajadores— con la idea de desarrollar el equipo, en este caso, de Uruguay, encontrando a los mejores trabajadores, desarrollándolos y encontrando los caminos para que puedan trabajar mejor para el bien de la compañía. Una empresa de EE.UU. no va a trabajar a otro país para explotar la mano de obra, el medio ambiente o la comunidad.
Busca trabajar junto a la comunidad. Piensa cómo puede hacer este trabajo preocupándose por la salud de la comunidad, por el medio ambiente o invirtiendo en la educación.
El tercer ámbito es la confianza. Es confianza en la calidad de los productos, en su durabilidad, y también en el hecho de que las compañías estadounidenses no van a pagar coimas o sobornos para socavar las leyes uruguayas, la autoridad de los funcionarios o el estado de derecho. Desde los años 70, hay una ley estadounidense que prohíbe que nuestras empresas en el exterior paguen sobornos, y llevamos esto muy seriamente.
—¿En qué áreas se podría intensificar el vínculo comercial bilateral?
—Las compañías de EE.UU. podrían aprovechar el régimen de zonas francas (en Uruguay) y el pequeño tamaño del país para experimentar aquí con la idea de abrir mercados en sudamérica. Está todo el tema de las tecnologías de la información y comunicación (TIC), el software y servicios financieros, que ahora podemos llamarlo fintech, transporte y movilidad, turismo. Hay también software interesante en agronegocios. Hay mucha posibilidad para que Uruguay use los conocimientos tecnológicos de sus jóvenes para sacar adelante compañías de software en todos esos sectores. Como embajada hemos trabajado tratando de alentar ese espíritu emprendedor y de dar apoyo donde hemos podido. Por ahí está el futuro, no solo de Uruguay sino también de EE.UU.
—Para desarrollar las habilidades laborales necesarias en el mundo del trabajo del futuro, la educación resulta clave. ¿Cómo ve al Uruguay en ese plano?
—Creo que la educación, el preparar a nuestros jóvenes para competir en el siglo XXI, es el tema principal para todos los gobiernos. La fórmula que teníamos los gobiernos de sacar adelante a nuestros ciudadanos en el siglo XX (hoy) ya es otra. El conocimiento que necesitábamos en matemáticas en el siglo XX ya no es el mismo en el siglo XXI, lo mismo en idiomas y mucho menos en tecnología. Si en EE.UU., que es un país enorme, pensábamos en el siglo XX que no necesitábamos aprender otro idioma, hoy la realidad demuestra que para que prosperen nuestros 300 millones de ciudadanos, en el siglo XXI tienen que saber otro idioma y mejor si manejan dos o tres más. Las habilidades “blandas”, de conexión con otros seres humanos, es lo que va que a permitir que los estadounidenses, y diría también los uruguayos, puedan salir al mundo y encontrar las oportunidades. Quedándose en sus países ya no es suficiente. Tenemos que enseñar a los jóvenes cómo identificar oportunidades.
—En Uruguay persiste en cierta parte de la población la idea de que la máxima aspiración es ser empleado público.
—Ningún gobierno por más exitoso que sea puede otorgar suficientes plazas laborales para todo su pueblo. Lo que tienen que hacer los gobiernos es formar, educar, preparar en nuevos conocimientos que van a ser necesarios en el siglo XXI y que incluyen la flexibilidad psicológica de tomar riesgos. Ese es el espíritu emprendedor. Y si te va mal, hay que ver por qué, tener la capacidad de análisis. Y ahí sí le cabe a los gobiernos explicar cómo desarrollarse, cómo hacer un pequeño emprendimiento, cómo entender bien las necesidades de tu comunidad, cómo ofrecer tu servicio o producto. No puede ser que los gobiernos solucionen todos los problemas pero sí tenemos que dar las herramientas para hacerlo.
Hay 120 compañías que generan 20.000 empleos
En Uruguay tienen actividad 120 compañías estadounidenses que generan 20.000 puestos de trabajo. La embajadora Kelly Keiderling sostiene que estas empresas son marcas de EE.UU., que llevan la impronta de sus valores y su ADN más allá de la composición de su capital. Sostuvo además que muchos uruguayos “quieren ir a trabajar a Marriott y Hyatt, que son conocidas entre las mejores empresas para trabajar en el mundo, donde quieren ir a pasar una buena parte de sus vidas como empleados en esas empresas, no es que solo quieren un salario”.
Keiderling destacó que “hay muchas empresas estadounidenses que vienen con estos valores de que el trabajo es mucho más allá del pago mensual. Piensan: ‘vení a mi equipo, vení a ayudarnos a crecer, entender mejor Uruguay, a prestar servicios o vender productos que valen la pena porque tenemos un valor social, que no es solo la explotación. Estamos haciendo algo que es bueno para Uruguay y EEUU”.
Las empresas estadounidenses tienen presencia en varios rubros: indumentaria, gastronomía, turismo, alimentos y bebidas, forestación, navieras, logísticas, backoffice y transporte, con el desembarco de la aplicación de Uber. “La actividad está diversificada y se trata de inversiones de largo plazo, importantes y duraderas”, destacó Keiderling. El intercambio comercial de bienes fue US$ 1.400 millones en 2017, en tanto. EEUU recibió el 5% de las exportaciones de bienes de Uruguay (incluyendo producción de zonas francas). “Eso nos hace el quinto mayor comprador de bienes de Uruguay”, dijo la diplomática.
Esta entrevista fue publicada en el Suplemento Especial del Diario El País, realizado en conjunto con la Oficina de Prensa de la Embajada de los Estados Unidos y publicado con el diario el miércoles 4 de julio de 2018. La entrevista fue realizada por el periodista Diego Ferreria y la foto es del fotógrafo Ariel Colmegna. Puede acceder al suplemento completo, en versión PDF, aquí